Ahora tan de moda la puesta en libertad de los pueblos oprimidos de muchas naciones de la tierra, también debe llegar esa ola gigante hasta la nación que los oprime. Su pueblo, lejos de quedar prisionero para siempre en las paredes de su sistema degenerado, aberrante, corrosivo, destructivo y maligno, debe romper las cadenas que le atan al mismo para ser libre igual que los del resto. Es un pueblo que pasa hambre y a cambio le dan comida malsana y substancias dormideras enajenativas; también pasa estrecheces de cultura humanística puntera y a cambio le dan doctrina visionaria y misionera; desea respirar un aire limpio y oxigenado y por contra le dan polución, contaminación y basura nuclear radiológica; tiene sed de paz y sosiego y a cambio le dan sangre de guerras cuarteleras sin fundamento y sentido; quiere vivir dignamente sin engaño de dirigismo alguno y le dan esclavismo balsámico y opulento; desea ser el dueño orgulloso de su propio destino y le dan un futuro sin horizonte y de exterminio. 

Porque ese pueblo lleva a su espalda más de tres millones de civiles muertos y lesionados muy graves en las guerras recientes que su Estado ha producido y está produciendo en otros Estados; porque soporta un espionaje y vigilancia constantes contra él de los servicios policiales y agencias estatales creadas al efecto, que él mismo paga con sus impuestos, como si fuera un malhechor sin haber cometido ningún delito; porque aguanta que su país sea el mayor mercado del planeta en el tráfico sexual, el comercio pornográfico infantil, la explotación laboral sin límites y el consumo de drogas libre; porque tiene una sociedad dirigente frívola, sin valores ni principios y hedonista que lo exprime y que no merece; porque se le tutela puerilmente en vez de respetarle y reconocerle su mayoría de edad, libertad y soberanía; porque le violan con desprecio sus derechos humanos más esenciales.

Por todo ello y mucho más, a ese pueblo de silencio gregario hay que ir prestos y ligeros a llevarle la revolución de masas salvadora que está triunfando en todo el mundo no libre, para ayudarle a romper el yugo que lo somete y encorseta mediante la dirección de su sublevación interna y su rescate de la situación actual que está padeciendo tan crítica e insostenible por deshumanizadora y aborrecible. Así pues hay que despertar ahora a ese pueblo hermano de acuerdo con la conciencia solidaria de todos, para que no se sienta desheredado, marginado, cercenado y humillado. El hermano ciudadano de ese Estado, como dijo el gran filósofo Ortega y Gasset, es él y su circunstancia y sí no se salva a ella no se salva él; hay pues que auxiliarlo despabilándolo para que deje de dormir, se levante y ande porque su hora ya ha sonado y ésta no tiene ninguna posibilidad de pararse más.

 

Crisoldeltiempo.

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